Una cafetería que te dice que te mantengas hambriento

“Mantente hambriento”, o, en una traducción menos literal pero más fiel a su intención original, “mantente insaciable”.

He pensado mucho en la frase que adorna la cafetería del edificio de oficinas en el que trabajo. Produce en mí un grado profundo de ominosidad que he rastreado tanto a su forma como a su contenido. Colocada sobre una valla de metal, rodeada de luces, la frase recuerda a las carteleras que anuncian los estrenos de cine o teatro.

Pero al mismo tiempo, no deja de hacer juego con el sistema de escaleras y vallas de metal que ocupan buena parte del patio interior de los cinco pisos del edificio. Más parecida a la arquitectura de un tragamonedas –o, como me lo comentó el artista Alfredo Márquez en una conversación casual, a la arquitectura interior de una cárcel-, las luces son tan potentes de noche que uno puede llegar a confundirse de hora (pensando que todavía hay luz solar). Y las luces dicen: “mantente insaciable”.

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Pero antes de saltar a conclusiones valdría la pena volver sobre nuestros pasos al contexto de popularización de nuestro “Stay hungry”.

Parte de su ominosidad viene de haber sido, literalmente, mutilada. El texto original había aparecido en la contratapa del Whole Earth Catalog del año 1974, donde Steve Jobs –gurú de Silicon Valley, héroe del emprendedurismo y fundador de Apple- la vio por primera vez. Constaba de dos partes: stay hungry, stay foolish. El lema se recuperó para un popular discurso dado por Jobs en el año 2005 y viralizado luego en las redes sociales.

Lo que vemos desde  Whole Earth Catalog, un fanzine vinculado a la contracultura, el ecologismo crítico y el DIY hasta el discurso de Jobs en la Universidad Stanford bien podría ser definido como el paso de la lúdica, hippie y lisérgica utopía californiana de finales de los años 60, las Panteras Negras y el verano del amor, a la apropiación por parte de los moguls de transnacionales tecnológicas sobrevivientes a la burbuja del puntocom–este proceso es bien descrito por Eric Sadin en su recomendable “La Silicolonización del Mundo”.

Poco más de de 10 años después del discurso de Jobs, el stay hungry parece ser parte nuclear de la cultura contemporánea de las start-ups y el discurso del mundo de la innovación.

(Sadin llama a esta nueva utopía “tecnoliberalismo”: “una alianza singular entre la avanzada de la investigación tecnocientífica, el capitalismo más aventurero y conquistador, y los gobiernos social-liberales que ven en la algoritmización de las sociedades la ocasión histórica de responder perfectamente al núcleo de su ‘proyecto’”).

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Puesta en una cafetería –un espacio que en teoría está allí para saciarnos-, la frase produce una ambigüedad semántica (y política) me llevó a pensar en los grabados en metal a la entrada de algunos campos de exterminio de la Shoa: “Arbeit macht frei” –en una traducción precisa, “el trabajo hace libre”.

“Arbeit macht frei” y “Stay hungry” se vinculan tanto porque su sentido literal es bastante claro y porque a la vez que aparecen como acertijos: ¿qué hacen allí?, ¿a quién le hablan?, ¿están escritas de modo irónico o bromista?, ¿es una frase de aliento, o un imperativo moral que hay que cumplir, o aún una condena?

Primo Levi, que ha escrito más que cualquiera sobre el Holocausto, decía que la lógica nazi era “el genio de la destrucción, de la contracreación, la mística del vacío, más allá de toda exigencia de guerra o del ansia de hacerse con un botín”. De desaparecer. Por ello que para Levi, lo que significaba “el trabajo libera” era que “el trabajo es humillación y sufrimiento”, no digno de los arios, sino solo justo “a los enemigos del Tercer Reich”. “La única libertad que les espera (a los judíos) es la muerte”, terminaba.

En los campos de exterminio, ya ni siquiera de concentración, el trabajo conducía hacia la muerte, que era precisamente lo contrario a “trabajo libera”. Aquí, la cafetería te dice: “mantente hambriento”. Si el mensaje de bienvenida de los campos de exterminio miente y recuerda a la regulación de los estímulos de la realidad del yo freudiano ante la catástrofe nazi, el mensaje de bienvenida de la cafetería contemporánea nos grita la ansiosa verdad del superyó del tecnoliberalismo.

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Y la verdad es ominosa porque desnuda la economía libidinal de manera explícita –una economía que, para ser tolerable, suele estar escondida bajo la fantasía. La figura de una cafetería diciéndonos: “mantente hambriento” es el equivalente actualísimo del mito de Sífifo, condenado a empujar una roca hasta lo alto de una colina hasta que esta caiga cuesta abajo.

A través de Lacan y Milner, Zizek ha explicado la figura: Sífifo, la roca y la colina representan al circuito de deseo, y “la fuente real del goce es el movimiento repetitivo en este circuito cerrado”. O, en otras palabras, no gozamos al saciarnos, al comer, sino que gozamos precisamente por mantenernos insaciables.

 

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